Otra Oportunidad para ser Feliz

  • Imprimir

Así se titula el libro que describe la increíble historia de Verónica Perdomo, modelo, actriz, conductora. Llegó a América el día sábado acompañada por su madre para formar parte de la 11º Muestra Agrícola, Comercial e Industrial de Rivadavia, y verdaderamente, fue la atracción del público, no solo por su belleza, sino por su simpleza y entrega para con el auditorio que escuchó su experiencia de vida tras sufrir un ACV, y que la despidió con aplausos, y puestos de pie.

Tenía sobre el escritorio un libro que pensaba sortear entre los presentes, pero al encontrarse con personas que habían pasado y continúan luchando contra el proceso pos ACV, decidió inmediatamente regalarles un ejemplar a la Familia Barreneche y a Omar Amione, y los instó, tanto a ellos como a sus familias, a seguir luchando por encontrar, como ella lo hizo, esa Otra Oportunidad para ser Feliz…
Recibió un presente por parte del Pte. de la SRR Leandro Toribio y del Municipio de Rivadavia. Organizo un desfile de modas con las aspirantes de Reina de la Muestra y el público nuevamente se volcó a disfrutar de aun, más belleza. Varias casa de indumentaria se sumaron a la iniciativa y le dieron un toque de brillo especial. Sin lugar a dudas que la tarde del sábado, el predio de la Sociedad Rural de Rivadavia, se iluminó de esperanza, nuevos sueños, fortaleza y se renovaron esas ganas de vivir, luego de ver y escuchar a Verónica Perdomo….

Su historia
Verónica Perdomo nació un 18 de marzo – “pero el 15 de julio de 2009 volví a nacer, cuando desperté de un coma de trece días. Durante ese tiempo, mi cuerpo y mi cerebro trataban de reponerse de un accidente cerebrovascular que me dejó en una cama sin poder moverme ni hablar. Tuvieron que enseñarme todo de nuevo, como la primera vez. Tuve que aprender a hablar, a comer, a leer, a escribir, a caminar, a hacer el amor, desde el principio. Pero en realidad, hoy sé que aprendí mucho más que eso. Descubrí qué es lo importante en la vida, y que agradecer cada mañana y cada noche el estar acá es necesario para ser felices de verdad. Celebrar con la gente que amamos, que estamos
juntos. Porque el hoy es lo único que tenemos y lo mejor que podemos hacer es disfrutarlo con mucha intensidad, con amor, aplaudiendo el regalo de existir.
Desde ese segundo despertar, festejo dos veces al año mi cumpleaños y agradezco cada mañana el estar aquí y ahora.
Cuando hacía más de un año que había pasado lo del accidente y todo lo demás, ya estaba pensando en volver a trabajar. Estaba recuperándome todavía, aunque ya pensaba en subirme otra vez a un escenario. Pero como cada una de las cosas que había deseado en la vida, no iba a ser nada fácil conseguirlo. Sé que yo no perseguía algo chiquitito, no buscaba trabajar en cualquier lugar. ¡Quería entrar por la puerta grande, participar en Bailando por un sueño, el programa de Marcelo Tinelli! y estar ahí después de todo, por fin. Tenía que volver a actuar, porque actuar era mi vida y necesitaba volver a sentir esa sensación. Si alguna vez me había alejado de eso había sido por error, y podía reconocerlo. Entonces decidí que debía prepararme bien, que no iba a improvisar. Hice lo que probablemente otras personas en mi lugar no hubieran hecho, porque todos se oponían, incluidas mis fonoaudiólogas que me decían que eso no iba a salir bien de entrada y que me iba a costar mucho
y la frustración podía ser muy grande para mí. Pero era lo que yo quería: tomar clases de stand up. Sabía que se trataba de un desafío, el más difícil en ese momento, el objetivo más alto al que podía aspirar. La afasia me había dejado problemas persistentes en el habla y la expresión, así que lo que más me costaba era hablar bien y hacerme entender. Era un viaje hacia el centro de mi peor pesadilla y, a la vez, el boleto para perder el miedo y salir a flote una vez más. Si estaba dispuesta a reconstruirme, de pies a cabeza, tenía que hacerlo a mi manera. Malena Guinzburg me recomendó al mejor profesor de stand up, Fernando Sanjiao, quien tuvo un papel importantísimo en mi recuperación y lo mismo todos mis compañeros. Yo no podía jugar con las palabras, no tenía memoria suficiente para aprenderme los textos, pero lo intentaba y me esforzaba muchísimo. Fue un ejercicio muy útil para la vida, y no sólo para sentir más seguridad al subir a un escenario hoy…”

Un consejito…
Cuando cualquiera de nosotros pasa por un momento crítico en la vida, más grave o menos grave, debe levantarse y volver a andar. ¿Cuántas veces somos capaces de caernos y levantarnos? No lo sabemos hasta que la vida nos pone las pruebas en el camino, algunas esperadas y otras sorpresivas, quizás las más duras de soportar. Suponemos que vamos a sobrevivir a nuestros padres, pero nunca imaginamos
pasar por el desgarro que implica la pérdida de un hijo, por ejemplo. Sin embargo, nos pase lo que nos pase, siempre podemos elegir la vida como mejor opción, y pedir ayuda para salir del pozo cuando éste es demasiado profundo. No podemos hacer
todo solos, no somos autosuficientes ni podemos tener todo bajo control permanentemente. Amigos, familia, profesionales, especialistas, todos ellos están ahí para que les pidamos lo que necesitamos y no sólo cuando estamos en lo más profundo del pozo, sino mucho antes, para evitar males aún peores. No esperes a que tu situación sea desesperante, a que todos tus problemas te ahoguen y no encuentres la salida, porque entonces se hace más difícil pedir ayuda y también recibirla. Estar atentos a las señales que el “ahora” nos da para detenernos a pensar un poco en lo que somos, en quiénes somos y qué es lo que estamos haciendo con nuestras vidas.
Si la solidaridad se practicara más, el mundo sería mucho más luminoso. Si cada uno de nosotros ayudara al de al lado, al vecino, al hermano, al amigo, todos seríamos un poco más felices. Hoy siento que soy una privilegiada, porque el Amor, con mayúscula, me llegó en el momento en que más lo necesitaba para poder volver a la vida, y luego para tener las fuerzas necesarias para salir adelante. Mis amigos, Juan, Gustavo, mis padres y mi familia, los médicos, la gente que me conocía por mi trabajo y hasta Felipe, mi querido perro, todos ellos aportaron un pedacito de esa larga soga que necesité para salir del pozo y volver a pisar tierra firme….”